En la actualidad, para muchas personas, los gritos en los niños no son signo de violencia. La gran mayoría de los padres han gritado en alguna ocasión a sus hijos y hay una gran parte de ellos que lo hace habitualmente. Por lo tanto, debemos ser conscientes del daño que causamos a su autoestima, por lo tanto es mejor no hacerlo.
En nuestra labor de padres, queremos forjar en nuestros hijos una personalidad sólida, para esto, lo más recomendable es manejar nuestras emociones. Es decir, auto-controlar nuestros impulsos y evitar gritarlos. Por lo tanto, al hacerlo marcamos negativamente a nuestros pequeños, de tal manera que esas marcas son imborrables, ni con caricias las podemos disipar.
Gritar a los niños Es Signo De Violencia
Existen diversas expresiones de maltrato, como los gritos, las amenazas y los chantajes. Veamos a continuación lo que significa cada término.
GRITOS: El verbo gritar hace referencia a la levantar el volumen de la voz más de lo normal o lo habitual. Se trata de una forma de expresión que suele vincularse a un determinado estado de ánimo que modifica la comunicación.
AMENAZAS: Una amenaza es un gesto, una expresión o una acción que anticipa la intención de dañar a alguien en caso de que la persona amenazada no cumpla con ciertas exigencias. El concepto también puede emplearse con referencia al inminente desarrollo de algo negativo.
CHANTAJE: Un chantaje es una extorsión. Este término, que procede del vocablo latino extorsio, refiere a una amenaza de difamación o daño que se hace contra alguien con el objetivo de obtener algún provecho de él.
Como podemos ver, estas expresiones, obedecen a acciones negativas, acciones que dañan, que ocasionan perjuicio, en este caso a nuestros niños. Por esta razón, como adultos que somos debemos hacer uso de mecanismos que nos ayuden a controlarnos y no manifestar nuestra ira ni estallar ante determinadas situaciones que se nos salen de las manos o nos alteran.
LOS GRITOS A LOS NIÑOS NO ENSEÑAN
En nuestro día a día, nos enfrentamos a situaciones con nuestros niños que nos exaltan, nos hacen perder el control y explotamos. La manera más común de reaccionar ante dichos hechos es a través de los gritos a los niños, los cuales nos convierten en ogros infundiendo temor. Surge entonces el interrogante ¿Esa es la imagen que queremos proyectar ante nuestros hijos? ¿Queremos que nuestros niños nos teman o que reciban de nosotros comprensión?
La realidad de los gritos va más allá de lo que creemos, el daño es irreversible, pues en cuanto perdemos el control y gritamos. Es decir, hemos causado un agravio que no se repara aunque pidamos excusas y nos mostremos arrepentidos, aunque demos mil abrazos y besos sentidos, los gritos marcan negativamente y no podemos remediarlo.
Estudios Lo Demuestran
Solemos pensar y expresar que los gritos no causan daño, no pasa nada, pero no es así, estudios demuestran los efectos negativos que éstos producen en los niños en la primera infancia, incluso hasta llegar a desarrollar problemas de conducta. Estas manifestaciones afectan las relaciones entre pares, el rendimiento académico, la relación con los padres, se presentan riñas, altercados, mentiras, depresión, tristeza, irritabilidad, etc.
Los efectos de los gritos
Todos esos problemas de conducta surgen a raíz de que los gritos van minando poco a poco su autoestima y su autoconfianza. Ni hablar si además se utilizan insultos como «inútil» o «vago».
El niño acaba creyéndose que es un inútil o un vago, o incluso etiquetas más light que les solemos poner como torpe, tonto, etc.
Los gritos no dejan secuelas físicas, pero sí psicológicas y emocionales. Crecer con un patrón familiar donde los gritos son moneda corriente les hace inseguros, retraídos y acaban creyendo que es la única manera de hacerse valer, sometiendo a otro a gritos.
Podemos evitar los gritos
Teniendo en cuenta que quizá crecimos en un hogar donde hubo gritos, tendemos a hacerlo igual, replicamos ese patrón de conducta aprendida. Pero podemos evitarlo, debemos corregir comportamientos que reconocemos que causan daño a nuestros niños.
Podemos hacer un pare, detenernos, respirar y tomar el control de esas emociones negativas, en esos momentos de exaltación para no explotar.
Lo primero que debemos hacer es reconocer la ira, para así, poder detenernos, controlarnos y en segundo lugar, debemos buscar la forma de sacar toda esa rabia contenida sin dañar a nuestros niños con gritos e insultos.
Entendamos que hay otras maneras de llamar la atención o corregir sin dejar marcas para siempre, sin dañar la autoestima de nuestros hijos.
Buen material pedagógico felicitaciones
Muchas gracias